El uso de drogas y de alcohol puede conducir a patrones de comportamiento de riesgo que aumentan la posibilidad de contraer la infección por el VIH o de transmitírsela a otras personas (lo cual se llama transmisión del VIH).

Por ejemplo, una persona que usa drogas o alcohol podría tener relaciones sexuales sin condón o compartir agujas para inyección de drogas.

El uso de drogas y alcohol puede perjudicar la salud de una persona con el VIH. En particular, puede debilitar el sistema inmunitario y causar lesiones del hígado.

Las drogas y el alcohol afectan el cerebro y causan que la persona tenga dificultad para pensar con claridad.

Es posible que los usuarios de drogas o alcohol tomen malas decisiones y corran riesgos.

El VIH es perjudicial para el sistema inmunitario, le dificulta combatir las infecciones y ciertos tipos de cáncer.

El uso de las drogas o del alcohol puede dañar aún más el sistema inmunitario y empeorar la infección por el VIH.

Una de las principales funciones del hígado es retirar las sustancias nocivas (toxinas) de la sangre.

Se producen toxinas cuando el hígado descompone las sustancias químicas en las drogas o el alcohol.

Las interacciones medicamentosas entre los medicamentos antirretrovirales y las drogas recreativas pueden aumentar el riesgo de efectos secundarios peligrosos.

Por ejemplo, se han reportado sobredosis debido a las interacciones entre algunos medicamentos antirretrovirales y las drogas como el éxtasis (MDMA) o el GHB.

El uso de drogas y alcohol puede dificultar tomar los medicamentos antirretrovirales todos los días.

Para mantenerse sanas, las personas con el VIH toman todos los días una combinación de medicamentos (llamada régimen de tratamiento) contra el VIH.

El uso de las drogas o del alcohol puede dificultar el enfoque y el cumplimiento del régimen de tratamiento diario.

La omisión de esos medicamentos permite que el virus se multiplique y cause daños al sistema inmunitario.