El Trastorno de Control de Impulsos es una enfermedad psiquiátrica que implica la incapacidad de una persona de “resistir” un impulso. No se desarrolla el auto control o la auto regulación en la persona y por ende, actúa con impulsividad, entendida como aquellas conductas que aparecen sin inhibición, sin reflexión, sin la adecuada planificación, sin contemplar las consecuencias, con un sentido de inmediatez y espontaneidad (Grayson y Tolman, 1950).
Las principales características cuando esto se convierte en un trastorno, es decir se desarrolla como una patología, son las siguientes:
– Disminución de la sensibilidad a las consecuencias negativas de la conducta.
– La presencia de reacciones rápidas ante estímulos, no planificadas, antes de que se complete el procesamiento de información.
– La falta de preocupación por las consecuencias a largo plazo.
Lo más importante a tomar en cuenta y lo que lo relaciona con las adicciones es la imposibilidad de diferir el acto o de aplazar la gratificación. La principal relación es que quienes consumen estas sustancias lo hacen comúnmente por el estimulo de euforia, placer, satisfacción o relajación inicial que ofrecen
Es importante reconocer que hay un proceso a través del cual el consumo de una sustancia se convierte en una adicción. Si bien de principio pudiera parecer que los efectos de las drogas son positivos y que su consumo es controlable, estas pueden generar grados altos de dependencia de manera muy rápida.
De acuerdo al National Instituto on Drug Abuse de Estados Unidos, el consumo incluso moderado de drogas puede convertirse en adicción, definiendo esta como una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas.
Se le considera una enfermedad del cerebro porque sus estructuras y funcionamiento se ven afectados por el consumo de drogas, consecuencias que pueden ser de larga duración si una adicción no es tratada a tiempo.
Los riesgos de consumir drogas no se limitan a desarrollar una alta dependencia a las mismas, sino al constante riesgo en el que se coloca el o la consumidora al perder control sobre sus decisiones y sus sentidos. De acuerdo a datos de la Secretaria de Salud, el 25% de los accidentes automovilísticos en México son a causa de manejar bajo la influencia de las drogas, por ejemplo.
El tener un Trastorno de Control de Impulsos predispone de manera negativa a una adicción a las drogas y a la incapacidad de controlar un consumo inicial que para algunas personas pudiese ser pasajero.
Otro punto importante es que el Trastorno de Control de Impulsos inhibe la capacidad de ver las consecuencias a largo plazo de una conducta, el centrarse en los efectos inmediatos del consumo de una sustancia y no ser capaz de aplazar la gratificación es algo que tienen en común las adicciones con el Trastorno de Control de Impulsos.
De ahí la importancia de identificar el Trastorno de Control de Impulsos y buscar evitar y/o prevenir el acceso al consumo de sustancias adictivas.
Buscar ayuda profesional para desarrollar una estrategia acorde al caso, puede evitar así consecuencias nocivas a corto, mediano y largo plazo.
Recuerda que el primer paso es reconocer que hay un problema, el segundo es pedir ayuda.