A lo largo de nuestra vida estamos expuestos a que nos lastimen y a lastimar a los demás. Los seres humanos no somos perfectos y no hay escuela para ser padres, hermanos, amigos o compañeros; aprendemos a base de errores y ello implica dolor pero también perdón.
El el campo de las adicciones se complejiza la situación, por que la prioridad de consumir causa ceguera por parte del adicto hacia el daño que está infligiendo en sus seres queridos y en si mismo. El proceso del perdón dentro de la familia, hacia el paciente y de él para sí mismo es fundamental para sanar y avanzar en la recuperación hacia una vida en sobriedad.
Liberarnos del dolor, transformar la experiencia y aprender de ella pasa por el perdón necesariamente, por lo que es importante reconocer lo siguiente:
En toda acción percibida como crítica, injusta, violenta, intervienen tres elementos:
- La herida o daño o perjuicio causado con la acción violenta.
- La deuda,dolor o sentimientos negativoa que acompañan el recuerdo de la experiencia.
- La cancelación o anulación de la deuda oliberación, que deviene de la satisfacción, reparación, reconciliación, devolucióno el olvido y el perdón.
No son los hechos los que nos hacen sufrir sino el significado que le dimos al acontecimiento. Es el cómo cada quien percibe, ve, oye y siente la experiencia y cómo lo graba en su memoria lo que nos hace sufrir y nos “engancha” con la situación y con aquel que nos hizo o que creemos nos hizo daño. Cómo percibimos los hechos depende de nuestra personalidad, de nuestras experiencias, del control que tengamos sobre nuestras emociones, de la forma como enfrentamos y resolvemos nuestros problemas y de la decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de esa experiencia vivida.
Para liberarnos de la pesada carga del recuerdo que lastima y limita debemos primero transformar el recuerdo, los hechos no se pueden eliminar, pero sí la forma en que los percibimos para poder entonces pasar a la etapa del perdón.
Transformar el recuerdo significa recordar y contemplar los hechos a distancia, neutralizando las emociones, colocándonos inclusive, en el lugar de otras personas, sin juzgar, sin criticar, sin comparar, sin compadecerse, sin pena ni culpas, eliminando toda emoción negativa que está en nuestra memoria y que determina cómo hemos percibido la experiencia, para así estar en capacidad de perdonar.
Perdonar es liberar de la deuda o neutralizar (olvidar) las emociones ligadas al recuerdo de la experiencia o de aquel que nos causó el dolor. Sin embargo, el perdonar no borra el daño, no exime de responsabilidad al ofensor, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Es un proceso complejo que sólo nosotros mismos podemos hacer.
Esto es, aceptar lo que no podemos cambiar, cambiar lo que podemos y aprender a establecer diferencias, sin remordimientos, sin culpas, sin odios ni rencores.
Perdonar es buscar la solución a los conflictos, apartando de nosotros todo sentimiento negativo como el rencor, odio, culpa, rechazo, deseos de venganza, pues son sentimientos inútiles que esclavizan y crean mayor frustración, mayor desesperanza.
Cuando no perdonamos no tenemos alegría ni paz. Nos volvemos impacientes, poco amables, nos enojamos fácilmente causando rivalidades. Estamos permitiendo que nuestra salud, nuestro crecimiento personal, nuestro desarrollo y nuestra vida, esté gobernada por la decisión y la conducta de alguien o algo que no nos agrada o que nos ofendió o nos perjudicó.
Olvidar, perdonar y perdonarnos, aunque doloroso, es deshacernos de la pesada carga de la culpabilidad, la amargura, la ira que nos embarga cuando nos sentimos heridos. Es abrir caminos hacia la esperanza de nuevas oportunidades. Es crecer y desarrollarnos como personas positivas, libres para vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.
“Perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.” -Mahatma Gandhi