El aumento del desempleo y la reducción de oportunidades causadas por la pandemia pueden afectar desproporcionadamente a los más pobres, haciéndolos más vulnerables al uso de drogas y también al tráfico y el cultivo de drogas para ganar dinero.

El coronavirus también ha provocado una escasez de opioides, lo que a su vez puede hacer que las personas busquen sustancias más fácilmente disponibles y más peligrosas.

Más de 35 millones de personas en todo el mundo padecen trastornos por consumo de drogas, y la pandemia amenaza con agravar aún más los peligros de estas sustancias, advierte un nuevo informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito.

De acuerdo a UNODC, “Los grupos vulnerables y marginados, los jóvenes, las mujeres y los pobres pagan el precio del problema mundial de las drogas.

La crisis del COVID-19 y la recesión económica amenazan con agravar aún más los peligros de las drogas, cuando nuestros sistemas sociales y de salud han sido llevados al límite y nuestras sociedades están luchando para hacer frente”.

El Informe recalca que, si los gobiernos reaccionan de la misma manera que lo hicieron ante la crisis económica en 2008, cuando redujeron los presupuestos relacionados con las drogas, entonces intervenciones como la prevención de su consumo, los servicios de tratamiento de drogas, la provisión de naloxona para el manejo y la reversión de la sobredosis de opioides podrían ser muy afectados.

Además, las operaciones de cooperación internacional también pueden ser menos prioritarias, lo que facilita la operación de los traficantes.

Tambien El informe analiza el impacto de COVID-19 en los mercados de drogas, y aunque sus efectos aún no se conocen por completo, las restricciones fronterizas y de otro tipo relacionadas con la pandemia ya han causado escasez de drogas en la calle, lo que ha provocado un aumento de los precios y una reducción de la pureza.

La pandemia también ha provocado una escasez de opioides, lo que a su vez puede hacer que las personas busquen sustancias más fácilmente disponibles como el alcohol, los benzodiacepinas o la mezcla con drogas sintéticas.

Por lo tanto alerta que en consecuencia pueden surgir patrones de uso más dañinos a medida que algunos usuarios pueden decidir comenzar a inyectarse, o inyectarse más seguido.

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