La familia es considerada la institución más importante de la sociedad, la cual forma su mayor cimiento. Es la estructura en la cual el ser humano comparte los años más importantes en su proceso de formación. En la misma, los individuos que la conforman comparten un espacio en el cual hay otros individuos en diferentes estadios de desarrollo, donde se rigen por reglas acordadas o implícitas para su regulación.
El resultado de la estructura y dinámica de la familia puede ser diferente en cada uno de los integrantes, ya que la familia como entidad también se transforma, esto a través de los aprendizajes, la maduración y la experiencia. Sin embargo, las expectativas suelen ser muy altas, basadas en preceptos heredados culturalmente, los cuales no siempre manifiestan de manera objetiva la naturaleza de las potencialidades de los integrantes, generando respuestas de adaptación no funcionales.
En el caso de los trastornos por uso de sustancias, es muy común encontrar en la familia desequilibrios en la dinámica y estructura de la misma, viéndose reflejadas en modelos de comunicación y manejo de reglas inadecuado, con límites difusos, demasiado flexibles o extremadamente rígidos, lo cual genera una disfunción de la misma.
Alguna conductas manifestadas por las familias parecieran reflejar una contradicción en cuanto los objetivos de recuperación buscados en un proceso de rehabilitación. Ya que independientemente de que la familia sea informada u orientada en cuanto a su papel dentro de este proceso, en un porcentaje importante no siguen las directrices.
Y aunque la lógica convencional nos indicaría que la familia actuaría de manera que facilitara el proceso, las respuestas de esta no siempre resultan en este sentido, por tal, la importancia de entender estas razones y de ahí partir hacia el cambio.
Dentro de los motivos principales para que esto suceda se encuentra la falta de conocimiento acerca de la enfermedad que padece el familiar, lo cual los lleva a pensar y/o actuar como esta si fuera una conducta voluntaria, buscando que el paciente identificado realice los cambios de forma automática al pedírselo de forma constante. Pensando que si esta una conducta voluntaria esta se eliminará de la misma manera.
Otro motivo son las ganancias secundarias, ya que el tener un elemento de la familia que necesita “protección”, el familiar que la otorga recibe el beneficio de sentirse útil, importante, “necesitado”, siendo el rol de cuidador bien visto por la sociedad, y tomando dentro de la familia una posición de poder.
La sociedad estigmatiza conductas parasociales, por lo cual puede resultar difícil para la familia aceptar la realidad de que uno de sus integrantes forme parte de este grupo, lo cual afecta la percepción y los juicios de valor acerca de ellos. Por esto, la negación, la minimización y la evitación se manifiestan como una necesidad para mantener la integridad de su visión familiar ideal.
De ahí, reiterar la necesidad de llevar a cabo una evaluación completa de la naturaleza de la familia, el mostrar una actitud empática ante las necesidades de la familia y que esto permita el establecimiento de una relación terapéutica donde se le permita afrontar sus miedos y aclarar sus dudas, validando, confrontando, orientando, pero sobre todo, entendiendo que en situaciones de crisis las respuestas inadecuadas son una manifestación adecuada de quien se ve rebasado en sus habilidades de afrontamiento.
Entonces, el tener conocimiento de que las respuestas de una familia ante un evento altamente traumático, como identificar la enfermedad de la adicción en la familia, los llevará muchas de la veces a manifestar conductas, pensamientos o actitudes disfuncionales por motivos en que la lógica convencional es sustituida por una lógica adecuada a su “mundo”, a su espacio, a su necesidad.
Autor: Lic. en Psic. Alan David Hernández Martínez.